El 1 de septiembre pasado presentó sus credenciales diplomáticas la nueva embajadora de Dinamarca en Israel,Liselotte Plesner, ante el presidente Shimon Peres. Poco antes del acto, la embajadora debió pasar junto con los demás diplomáticos el rito del saludo y estrechar la mano a todos los miembros del servicio diplomático. Sólo que, en su caso, todos se dirigían a su marido que la acompañaba, Nicolai, y felicitaban al «nuevo embajador». «Al principio nos resultó divertido. Le daban tarjetas de presentación y le decían frases sobre expectativas de cooperación y trabajo conjunto. Incluso me pareció que él lo estaba disfrutando. Hasta que dije: ‘momento, yo soy la embajadora aquí'».
No es ésta la primera vez que Plesner – diplomática de 48 años de edad – se topa con este tipo de reacciones. En su cargo anterior, cuando era directora del Departamento Político del ministerio de Relaciones Exteriores de su país, solía concurrir a las reuniones acompañada por su asistente personal, un muchacho unos cuantos años más joven que ella. Tanto en Bruselas como en otras capitales europeas, todos pensaban que él justamente era el diplomático y ella la asistente que lo acompañaba.
«Esto muestra que todavía hay mucho camino por andar», dice la embajadora. «En Dinamarca, como en otros países de la región, hay una situación de bastante igualdad para la mujer, pero eso es en cierta forma un mito. En el ámbito privado prácticamente no existe y en el ámbito público hay muchas mujeres en los cargos menores y, a medida que se asciende en el escalafón de pronto ves sólo hombres. Hay mujeres en nuestro parlamento y 50% de los diplomáticos jóvenes son mujeres. Pero en el nivel de directores la mayoría son hombres», explica.
En Israel hay hay 85 representaciones diplomáticas extranjeras, 15 de las cuales están a cargo de una mujer. Israel tiene 95 representaciones en el mundo y en sólo 11 hay una mujer a la cabeza. Entrevistada por el periódico Haaretz, la embajadora Plesner dice buscar inspiración en las mujeres que llegaron a altos puestos en la política europea. Carme Chacón, por ejemplo, que tiene sólo 37 años y es la ministra de Defensa de España. Rachida Dati, de 43 años de edad, la ministra de Justicia francesa. Plesner relata que trabajó, en el marco del puesto que ocupaba en la Cancillería, en contacto directo con miembros del ejército danés, represntantes de la OTAN y otros organismos militares. «Hablábamos sobre Irak, Irán, y sobre el proceso de paz en Medio Oriente», relata Plesner. «Nunca tuve ningún problema, al contrario, recuerdo que había una cooperación especialmente buena y fructífera. Una mujer sin duda puede lograr eso».
Sin introducirse en los laberintos de la política interna israelí y sin decir – por supuesto – cuál es el candidato que apoya, Plesner asegura que se sorprendió mucho, y no precisamente para bien, con aquella famosa pregunta que dirigieron a Tzipi Livni sobre quién atenderá el teléfono a las tres de la madrugada. «¿Le habrían preguntado algo así si se tratara de un hombre? Mi impresión sobre Livni es excelente. No juega con su femineidad y no trata de congraciarse con la gente. Se ve como una persona extremadamente profesional y no alguien que busca atajos sólo para caerle bien a alguien», advierte.
Ése es precisamente el modelo que la propia Plesner exhibe: ni femenino ni masculino, sino profesional. «Las mujeres tienen que avanzar y no pensar si están actuando de acuerdo con los códigos masculinos, o sea duros, o femeninos, o sea más suaves y delicados. Hay que salir de esa forma de pensamiento de hombre-mujer. Una mujer, al igual que un hombre, debe saber hacer bien su trabajo. A veces se dice que hay que dejar que actúen las mujeres allí donde los hombres fracasaron. También esto es un error: las mujeres no son mejores que los hombres. Todo lo que hay que hacer es tomar las decisiones correctas y dirigir. Y eso no tiene nada que ver con la cuestión de hombre-mujer», asegura la embajadora Liselotte Plesner.